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martes, 6 de septiembre de 2011

Aprendiendo de mi experiencia...

Es curioso observar a los niños pequeños, porque un momento estar felices y al siguiente se enojan y te pegan. Sus juegos van cambiando con su edad y van personificando diferentes personajes. En mi casa hay un niño de 2 años, Juan Pablo, y le gusta mucho ver películas.

Aprendió varios valores de estas películas, como la amistad, la lealtad, la sinceridad y la hermandad. Cuando juega le gusta que lo acompañes y que, al igual que él, representes un personaje. Hemos notado que se aprende los diálogos de lo más representativo de cada película y nos llama para que todos participemos en la reproducción de las mismas.

La situación con Juan Pablo es muy especial. Siendo la mayor de cuatro hermanos puedo afirmar que la noticia de su llegada fue sorprendente para todos, incluidos mis papás. Pero a pesar de la diferencia de edad de todos en mi familia lo aceptamos con alegría y lo siempre procuramos su bien.

Mi mamá lo cuidó durante 1 año y tienen una estrecha relación, ella sabe cuando necesita algo. Mi papá lo quiere mucho y aunque lo consiente demasiado y eso nos trae algunos conflictos a veces, sabe bien como llevar su relación.

En mi opinión, el maternaje, proceso socioafectivo en la mujer cuando tiene al niño, nos alcanzó a todos en la familia y sabemos perfectamente que quiere o que le molesta. Definitivamente un bebé en la familia es un acotecimiento inigualable.

sábado, 3 de septiembre de 2011

"Historia de un Gran Amor"...

Y no es precisamente la película de Jorge Negrete y Gloria Marín... Nuestro primer y mas grande amor es nada menos que nuestra madre.  La primera con quien mantenemos una relación, comunicación. Es interesante saber desde el principio como se relacionaban las madres con sus hijos, y más interesante es saber… que no se puede saber mucho a cerca de este gran amor que va más allá del entendimiento humano.

Desde el principio de la historia del hombre nos podemos dar cuenta de la importancia que tenía volverse madre. Y los cuidados se hicieron más intensos cuando adoptaron la posición bípeda y fueron capaces de cargar a sus bebés en un estado más inmaduro. Desde entonces se hizo una separación en los roles del padre quien era que salía a conseguir comida, y la madre quien se encargaba de la crianza de los hijos.


Pero ser madre en algunas culturas era todavía más especial. En Babilonia y Egipto era importante ser madre, el estatus social de la mujer subía al tener un hijo; los niños eran aceptados y eran tratados con respeto e igualdad. Pero para los griegos y los romanos la situación era diferente: las mujeres no tenían ninguna importancia y solo servían para tener hijos; era común abandonarlos o sacrificarlos, el padre tenía el poder de decidir quien vivía y quien moría en la familia y eran ellos quienes criaban y educaban a los hijos.


Hacia el medievo, las mujeres se dedicaban a la crianza de los hijos, se consideraban una bendición y el infanticidio se empezó a ver como un delito grave. Preferían garantizar la subsistencia de la descendencia. ¿Por qué se les empezó a tomar en cuenta? La respuesta puede ser: la iglesia. Era lo más importante en la Edad Media y ya que Jesús le otorgó un lugar privilegiado a la niñez, lo empezaron a hacer también ellos.


Poco a poco se le dio más importancia a los hijos: los nacimientos se volvieron eventos públicos, la enfermedad o la muerte de un hijo causaba un gran impacto a la familia, la expresión de amor de los padres por sus hijos fue más notoria; las madres empezaron a externar su deseo por alimentar a sus hijos. Al inicio del siglo pasado empezaron a surgir ideologías como el feminismo así que las mujeres se incorporaron a la vida laboral con rangos más altos. Los padres se empezaron a encargar de la crianza de los hijos juntos y se repartían las tareas del hogar.



Y aunque parece que el amor maternal no tuvo relevancia en ningún momento, lo que las madres sentían al separarse de sus hijos siempre ha causado un gran dolor. Las leyes y costumbres de cada etapa llevaban a las mujeres a tomar ciertas decisiones, pero su amor quedó plasmado en el arte. Pero no cabe duda que el amor más grande que puede existir es el de una madre y su hijo.






Bibliografía
Observando a los bebés. OIBERMAN, Alicia. 2008

Comunicación... casi telepática


¿No es tierno ver a una mamá haciendo gestos para su niño? ¿O una mujer embarazada hablándole al bebé dentro de su vientre? Y no nos hemos preguntado ¿por qué lo hace si no entiende lo que ella dice? La cuestión es que sí entiende todo lo que dicen sus madres, y a un nivel superior al que nosotros percibimos.

La comunicación la podemos definir, desde un punto de vista etimológico, como el hecho de hacer participar de algo a los demás. Pero en esta fabulosa relación de madre-bebé es mucho más que eso. Lo que la mamá transmite al bebé es lo que ella recibe de él (Soulé, 1970). En todo momento hay una búsqueda de equilibrio.

La comunicación es un diálogo no verbal: la mirada, el tacto, los gestos, la manera de sostener y ser sostenido es la forma en la que una madre se comunica con su hijo. Ella recibe los signos del bebé en su nivel inconsciente, pero el bebé también percibe su angustia. Es una comunicación basada en la percepción “extrasensorial, casi telepática” (Spitz, 1965).

Esta comunicación favorece el desarrollo del bebé, y estudios recientes han comprobado que la voz de la madre activa el cerebro del hijo. Esto se demostró en un estudio donde se grabaron voces de mujeres para que los bebés escucharan, entre ellas la de su madre y al escuchar esta, su hemisferio izquierdo, que rige la capacidad para descifrar el lenguaje y la actividad motriz, reaccionaba.

Esto cambia nuestro punto de vista, ¿no? Ahora podemos entender un poco más este vínculo tan bello y especial en nuestras vidas.

Bibliografía
Observando a los bebés. OIBERMAN, Alicia. 2008