- Tu hijo de dos años le arrebata de forma muy ruda un carro de juguete a otro amigo.
Demasiado riguroso: “¡Eres un grosero! ¡Regrésaselo en este momento!”
Demasiado débil: “Por favor, pídele perdón.”
Perfecto: “Quieres un turno para jugar con el carro y lo tendrás. Tú y yo podemos jugar con el avión y después podrás jugar con el carro.”
Compartir no es algo que les sale de forma natural a los niños pequeños. Explícale que su amigo está jugando con el carro y que él lo podrá hacer después. Utiliza palabras y términos que sean claros para él.
Demasiado débil: “Por favor, pídele perdón.”
Perfecto: “Quieres un turno para jugar con el carro y lo tendrás. Tú y yo podemos jugar con el avión y después podrás jugar con el carro.”
Compartir no es algo que les sale de forma natural a los niños pequeños. Explícale que su amigo está jugando con el carro y que él lo podrá hacer después. Utiliza palabras y términos que sean claros para él.
- Tu hijo de 18 meses se la pasa parándose de su silla para comer mientras le das de cenar.
Demasiado riguroso: “¡Está bien, se acabó, ya no hay cena para ti!”
Demasiado débil: “Ten cuidado, ven, siéntate. Mira aquí viene el avión a tu boca.”
Perfecto: “Cuando comemos, nos sentamos. Te voy a ayudar a sentarte otra vez.”
Los padres piensan que es mejor distraerlo para que coma o ignorar estos comportamientos, pero un niño de un año pueden entender perfectamente estas reglas.
Demasiado débil: “Ten cuidado, ven, siéntate. Mira aquí viene el avión a tu boca.”
Perfecto: “Cuando comemos, nos sentamos. Te voy a ayudar a sentarte otra vez.”
Los padres piensan que es mejor distraerlo para que coma o ignorar estos comportamientos, pero un niño de un año pueden entender perfectamente estas reglas.
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